Posteado por: volovan | marzo 16, 2010

Adiós, Volován

– Hola.

– Hola, ¿puedo jugar contigo?

– Sí.

– Yo me llamo Daniel, ¿y tú?

– Yo Gerardo, pero mi papá me dice Volován.

A mi papá le encantaba contar esta anécdota desde que una vez escuchó que así era como me presentaba con los otros niños. Él me decía Volován de cariño; cuando nací era gordo, así que empezó a decirme Bolita, Bolas, y de ahí pasó a Volován.

Esta misma anécdota la conté un día en el comedor de la Editorial. Error. A partir de ese momento, mis amigos me empezaron a llamar así. Al poco tiempo toda la Editorial me conocía con este apodo. Al abrir mi primer blog, en Toquedequeda, pensé que Volován sería el nickname más lógico. Lo que no sabía es que se convertiría en mi gran álter ego cibernético. Vamos, me di cuenta que los post que la gente más leía eran los “simpáticos”, así que pocas veces escribía sobre algo “serio” o “profundo”, o hablaba de lo que me interesara de verdad, como la literatura o el budismo. Cuando cerró Toquedequeda, abrí este blog, Bien, gracias, con la idea de cambiar este esquema, pero no funcionó. Volován, como personaje, estaba demasiado arraigado.

Lo sé, sería una tontería decir que este personaje no tienen nada que ver conmigo. De hecho, es una parte muy importante de mí. Pero sólo es una parte; no suelo ser tan simpático, ni estoy todo el tiempo alegre, ni soy un chicocondechicool (por lo menos espero no serlo). Y, la verdad, ya me cansé que cuando voy a escribir un post lo primero que pienso es en lo que gustará, y no en lo que quiero escribir en realidad. Así que aprovecharé que estoy a punto de dejar Editorial Televisa (y Maxim) para terminar con este álter ego; al fin de cuentas, ahí fue donde se formó.

Además, mi papá murió hace dos semanas y la palabra Volován nunca volverá a tener el mismo significado.

Lo más seguro es que abriré otro blog con otro nickname, que a la larga también se volverá un gran álter ego. Pero por lo pronto tengo muchas ganas de empezar de nuevo, desde cero.

Gracias por leerme.

Nota: no eliminaré del espacio cibernético este blog, pero este será el último post que escribiré aquí. Ah, también cerré mi twitter (por cierto, cuando asesiné mi twitter, no tenía dónde twittear que asesiné mi twitter).

Posteado por: volovan | febrero 11, 2010

Una pregunta

“¿Cuánto te pagaron para que abandonaras tu sueño?”

Ryan Bingham, Up in the Air

Posteado por: volovan | enero 14, 2010

El remedio a la rutina

Soy un hombre de costumbres. Con esto no quiero decir que mi familia me inculcó buenas costumbres y modales (que lo intentaron, pero no con mucho éxito). Me refiero a que alrededor de mi vida cotidiana suelo construir una sólida rutina. Aunque aparento lo contrario, me siento más cómodo cuando sigo una ruta diaria bien establecida. Siento que a veces exagero, y por lo mismo, los fines de semana me exijo no tener ni una obligación (al final en eso se convierten las rutinas, en obligaciones hacia uno mismo). Pero de lunes a viernes hago exactamente lo mismo y, casi siempre, a la misma hora. Por ejemplo, desde que trabajo en la Editorial, esto es lo que hago más o menos a diario:

  • Pongo el despertador a las 8 am, para apagarlo tres veces y levantarme a las 8:20.
  • Voy al baño.
  • Me lavo el cabello una vez, y el cuerpo entero dos.
  • Los lunes, miércoles y viernes utilizo ropa que combine con negro o gris. Los martes y jueves con verde o café.
  • Lo primero que hago en la oficina es abrir mi Gmail, Calendario, twitter, revisar Yahoo y Facebook.
  • Al terminar, bajo por un exprés doble y algo de desayunar (aquí si varía).
  • A las 2 en punto, bajo a comer.
  • Después de comer, como a las 2:30 o 2:45, me voy a leer. Regreso a mi lugar a las 3:30.
  • A las 6:30 salgo y en el trayecto a mi casa, o al futbol, o a donde vaya (aquí también varía), escucho la Hora del Jazz o al Explicador.
  • Antes de acostarme hago la cama, y después voy de nuevo al baño.
  • En la cama leo, máximo, hasta las 12.

Lo más curioso es que aunque me siento muy cómodo en esta pequeña estructura que armo a mi alrededor, los momentos más felices son cuando la derribo. Y eso sólo lo logro cuando viajo. Ahí no me importan los horarios, ni las responsabilidades, ni siquiera el aseo, nada. Lo único válido es disfrutar el momento; habitar el caos. Podría pasar un año entero haciéndolo. Amo viajar. Y mañana lo haré.

Posteado por: volovan | enero 6, 2010

Volován VS surf (Parte 1)

A los 15 años renté una película que en la escuela me habían recomendado, la llevé a casa de uno de mis mejores amigos, le hablamos a mi otro mejor amigo y la vimos. Dos horas después, los tres queríamos ser surfers, aventarnos de paracaídas y vivir al límite. La cinta en cuestión fue Point Break. Al principio lo tomamos muy en serio, nos dejamos el cabello largo y uno de mis mejores amigos y yo tomamos clases de paracaidismo. (Que por cierto, como no nos alcanzaba, las tomamos con el Politécnico. Nos aventamos como 10 veces en paracaídas redondos tipo guerra, y unas tres o cuatro veces más en “ala”. Lo dejamos cuando vimos que un tipo se mató… pero esa es otra historia.) Crecimos, y la adrenalina decayó. Nunca nos fuimos a vivir a una playa para aprender surf.

18 años más tarde, retomé el proyecto. En estas vacaciones fui a San Agustinillo donde había un francés que rentaba tablas de surf. Y como iba con uno de mis mejores amigos (el del paracaídas), quien vive en Acapulco y lleva unos meses intentándolo, pa’ pronto rentamos dos tablas y nos metimos al mar.

Antes de seguir tengo que aclarar que aprender a hacer surf no es como en las películas. No te subes a una tabla, nadas hasta donde está la ola más grande, la tomas, surfeas, salen y una chica increíble te besa mientras te felicita. No. En primer lugar, aprendes a ponerte de pie sólo con el oleaje. Vaya, la ola truena y tú aprovechas la fuerza de la estela para irte sobre ella y después intentar ponerte de pie. Lo que se traduce en: un tipo torpe acostado sobre una tabla que apenas se mueve y levantándose… OK, cayéndose una y otra vez.

El primer día, después de pasar como hora y media, logré “levantarme” unas tres veces. Bien. Pero en ese lapso de tiempo también tragué como 10 litros de agua, me lastimé una muñeca, la tabla me golpeó la cabeza, me raspé el pecho (ahora entiendo que las playeritas esas pegadas no son para verte cool, sino para no dejar los pezones en la tabla) y fui revolcado hasta casi perder el traje de baño. Mal. El siguiente día fue casi igual, con excepción de las “levantadas”. Para el tercer día, decidí pagarle al francés para que me diera clases. La tabla de surf me la cambió por una mucha más grande y de hule espuma que no se hunde ni aunque lo quieras. Luego, esto es lo que pasó:

  • Dibujó en la playa una tabla, y me hizo levantarme ahí unas 20 veces. “Miegda, no agrrastres el pie. No. No. No”.
  • Me hizo tomar varias veces el oleaje sobre la tabla sin levantarme. “Pagra, pagra antes de llegar a la playa. Te dije que pagraras. Ahora sangra tu godilla.”
  • Me pidió levantarme como me había enseñado con la tabla imaginaria que dibujó en la playa. “Más adelante. Pon la grodilla primero. Miegda, así no. No. No. Gelájate, pagreses de acegro. Déjate igr. Así.”

Tres horas después, ya me levantaba cada vez que tomaba una ola. Cuando le pregunté que en cuánto creía que podría surfear mi primera ola, como lo hacen en las películas, me contestó: “Si pragticas todos los días. En unos tgres meses.” Ja.

Aunque parezca lo contrario, esto no me desilusionó. Llegué a proponerle a mi editor un artículo para pasar tres semanas con un grupo de surf y, además de describir cómo viven, aprender a hacerlo. Lo aceptó. Ahora sólo falta hacerme un poco de tiempo. Puerto Escondido, ahí te voy.

Ahora entienden lo ridículo que me veía: las olas son tan grandes y furiosas que podrían ahogar a un niño de cuatro años, y la velocidad que alcanzas es de… apenas si te mueves.  Ah, pero ¿qué tal de profesional me veo con mi playerita pegada?

Posteado por: volovan | enero 4, 2010

De regreso al trabajo

«Así hacen, viven y actúan un día y otro, a todas horas, la mayor parte de los hombres; a la fuerza y, en realidad, sin quererlo. Salen, sostienen una conversación, están horas enteras sentados en sus negocios y oficinas, todo a la fuerza, mecánicamente, sin apetecerlo: todo podría ser realizado lo mismo por máquinas o dejar de realizarse. Y esa mecánica eternamente ininterrumpida es lo que les impide, igual que a mí, ejercer la crítica sobre la propia vida, reconocer y sentir su estupidez y ligereza, su insignificancia horrorosamente ridícula, su tristeza y su irremediable vanidad.»

El lobo estepario, de Hermann Hesse.

Posteado por: volovan | diciembre 24, 2009

Propósitos 2010

Este será el último post del año. Mañana me voy a la playa y no pienso meterme a una computadora.

Si hago cuentas, este año fue agridulce. Fue estable, sí. Además hice cosas que nunca pensé que podría lograr, como terminar un triatlón. Viajé y conocí gente nueva. Leí buenos libros, miré buenas películas y fui a conciertos increíbles. Vaya, hasta salí en la tele. Pero también hubo momentos duros, como cuando mi chica se fue a vivir a Londres, cuando me mudé de nuevo y cuando me fracturé la costilla.

No suelo hacer propósitos de Año Nuevo, pero tengo algunas expectativas para 2010, así que hice esta lista que al publicarla en el blog me recordará que lo tengo que hacer:

Terminar mi primer novela: y no importa si me la publican o no, si alguien más la lee o no, lo fundamental es dedicarme a escribir el tiempo suficiente para terminar este proyecto. Quiero escribir. Es lo que más me gusta hacer.

Vivir más de cinco meses en otro país: quiero sentir lo que es habitar un sitio totalmente desconocido. Hacer una rutina en un nuevo lugar. Conocer nuevas costumbres, personas, sabores, olores…

Aprender a hacer algo nuevo: quizá tomar un curso de buceo o hacer surf. Son dos cosas que siempre he querido hacer, y es momento.

Viajar: conocer por lo menos un país en el que nunca he estado. Tal vez Japón, India o Turquía.

Retomar el budismo: o por lo menos regresar a meditar a diario.

Así de sencillo. Feliz próximo año.

Posteado por: volovan | diciembre 23, 2009

Mis cinco libros favoritos que leí en el 2009

Lo sé, lo sé. Tengo muy abandonado esté blog, y más las reseñas de los libros que de vez en cuando hacía. Esto porque… el twitter me sedujo. Y es que el twitter es algo así como la aventura cibernética; aparentemente necesita muy poca atención y te da satisfacción inmediata. Mientras que el blog es más como la relación seria; tienes que pensar antes de hablar, dedicarle tiempo, y para tener una respuesta a cambio, a veces puede pasar muchas horas.

Pero ya que estuve de promiscuo con el twitter, regreso con la cola entre las patas (como le decía mi mamá a mi papá cuando regresaba de sus “parrandas”) a los brazos del blog. Ahora lo difícil será mantener la casa chica.

Y para que vean que mi reconciliación va en serio, además de reponer las reseñas que no escribí este año, aquí les van los cinco libros que leí que más me gustaron en el 2009.

Niños en el tiempo, de Ian McEwan (Anagrama)
Nunca había leído nada de él, pero por distintas partes había escuchado buenas críticas, así que compré su última novela publicada en español, Chesil Beach; me gustó tanto que de inmediato me compré otro, Niños en el tiempo. Y aunque el primero es bueno, este último me fascinó desde el primer capítulo. A grandes rasgos cuenta la historia de un hombre al cual le secuestras a su hija, y el proceso que pasa para superarlo. Esta es la historia. La forma de escribirla, es grandiosa.

Los meteoros, de Michel Tournier (Alfaguara)
Este es uno de los autores que se tienen que leer. Y quizá este sea el libro para hacerlo. Tournier es uno de esos escritores que utiliza la literatura para hablar de filosofía; aquí una muestra. Tiene personajes psicológicamente muy complicados, por ejemplo, en esta novela son unos gemelos que tienen una relación tan estrecha que llegan a tener relaciones sexuales. Además, tiene la capacidad literaria como para desarrollar pasajes perfectos, incluso me atrevería a decir que en este libro está uno de los capítulo mejor logrado que he leído (si algún día lo leen, me refiero al capítulo del basurero y el tren).

Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi (Anagrama)
Con este libro, Tabucchi hace una crítica mordaz a la sociedad y, de paso, crea uno de los personajes más entrañables de la literatura. La novela se sitúa en Portugal, en la época de la dictadura de Salazar, mientras que en España se desarrolla la Guerra Civil, y en Italia el fascismo predomina. En ese ambiente, un periodista viudo y casi jubilado, Pereira, conoce a un par de jóvenes revolucionarios que lo harán regresar a la vida. Nostálgico y contestatario; una gran novela. Tabucchi es uno de mis escritores favoritos.

En la carretera, de Jack Kerouac (Anagrama)
Me provoca algo de pena decir que hasta este año leí este libro. Y es que pocos libros se convierten en una obra de culto o generan un movimiento (el beat). Como muchos sabrán, este libro es una especie de diario que Kerouac escribió en dos viajes que realizó por todo Estados Unidos hasta llegar a México. ¿Qué lo hace tan especial? Pues antes del movimiento jipi y el rock, este tipo y sus amigos fueron de los primeros que experimentaron (y el primero en narrarlo) con drogas, homosexualidad, alcohol, viajes en autostop, sexo, filosofía oriental, jazz… todo lo que después retomaron los jipis en los sesenta. Todo narrado con un ritmo hilarante sin puntos aparte. Este año Anagrama publicó el manuscrito original sin censuras y con los verdaderos nombres.

El bosque del cisne negro, de David Mitchell (Tropismos)
En una entrevista que le hice a un escritor (la verdad es que no recuerdo ya su nombre) me recomendó este libro. Lo busqué en México, y no lo encontré. Fue hasta que una amiga me lo trajo de España que lo puede leer. Valió la pena el gasto y la espera. David Mitchell es muy poco conocido en América, pero en Europa es de los escritores más aclamados. La novela tiene una trama sencilla: narra 12 meses en la vida de un chico de 13 años que vive en un pueblo de Inglaterra. Este año será clave para él pues justo es la etapa donde dejará la infancia para entrar a la adolescencia. Está escrito en primera persona y con una narrativa impecable; me produjo una regresión a esta etapa de mi vida (algo que le agradezco).

Posteado por: volovan | diciembre 17, 2009

Nombres “originales”

Según yo, cada persona debería de tener un nombre único e irrepetible. Y esto no lo digo porque quiero ser cool, sino porque creo en algunas teorías clavadas de la lingüística que explican que el lenguaje es una actividad creadora. Vamos, hasta que se nombra a un objeto (o en este caso a una persona), se puede constatar la existencia de tal. O en otras palabras: el nombre confiera a las cosas y personas un “ser”. Así que repetir un nombre en varias personas que son absolutamente distintas causa un conflicto en este “ser” que es único e irrepetible.  Una buena idea sería hacer un anagrama con los nombres de los padres; combinar las palabras de los nombres para formar uno nuevo.

Pero una cosa es tener un nombre único y otra es tener uno ridículo. Gracias a los twitteros pude juntar esta lista de nombres «originales»:

Mamerto,
Aceituno,
Aguinaldo,
Felicísimo,
Alkaseltzer,
Sony,
Blanca Nieves,
Darling,
Vaporub,
Usmail,
Gol,
Apoloxi (en honor al Apolo XI),
Leididi,
Masiosare (por la estrofa del himno),
Aniv de la Rev,
Lady Disneyland,
Usnavy,
Por (en honor a «Por» McCartney),
Coito,
Nayguer (Nayarit-Guerrero),
Onedollar,
Anakarenina (por el libro, Ana Karenina).

Con nombres así, tuve suerte de llamarme Gerardo, aunque no sea único e irrepetible.

Posteado por: volovan | diciembre 15, 2009

La meca del mundo fresa

Hace un par de semanas, me mandaron de Maxim a entrevistar a Steve Carell a Los Ángeles. Como suele suceder en estos casos, la distribuidora se hace cargo de todos los gastos: avión, hotel, comidas y demás. Y por lo general, el hotel que seleccionan para los “reporteros” es el Four Seasons en Beverly Hills.

Suena bien, pero no lo es (o por lo menos para mí). Es difícil explicar por qué me incomoda tanto este ambiente, pero lo intentaré.

Nunca he podido entender cómo alguien prefiere ser algo que no es, se sienta más que otro por algo que tiene, o está dispuesto a humillarse por algo a cambio.  Este tipo de situaciones suelen suceder en ambientes donde el dinero es lo más importante, y Beverly Hills quizá sea la meca de esto. Seré más claro. Para mí, el mundo fresa se mueve con una estructura tipo del medievo (hay excepciones, por supuesto).

Señores: todas esas personas y familias ricasmillonarias que suelen sentir una superioridad ante los demás porque pueden comprar lo que deseen. Y esto, en una sociedad donde lo más valorado es la propiedad y el ingreso, es el valor más alto que existe. Además, el dinero suele traducirse en poder. Por lo que sienten que tienen el derecho de ser prepotentes, tratar mal a lo demás, o conseguir lo que sea, en el momento que quieran y a cualquier precio.

Siervos: la gente que está alrededor de estos Señores y que se dedican a enaltecer el valor del dinero. Además de envidiarlo, claro. La mayoría de ellos se sienten con el derecho de merecer un poco de la riqueza de esa otra persona. Y para conseguirlo están dispuestas a hacer casi cualquier cosa, entre ellas humillarse. Pero esto no es lo peor, sino que al saber que tú no perteneces a esa clase socioeconómica y que no pueden sacar nada de ti, te tratan mal o te miran con desprecio.

La corte: todos estos personajes que sueñan por algún día ser parte de este selecto grupo, y para lograrlo aparentan lo que no son y presumen lo que no tienen. Suelen llevarse con los de la “realeza” y son unos lame huevos.

En resumen: lo que intento decir con estos ejemplos tan burdos es que me parece una tontería reducir a la gente a su estatus social. Las personas buenas y malas existen en todas partes, sin importar el dinero que tengan. Y odio, además de que me siento muy incómodo, estar en un ambiente donde esto es lo que predomina. Todo es tan… no sé, artificial y poco humano. Prefiero mil veces quedarme en un hostal, casa de un amigo, o hotel de cuarta, y conocer la ciudad real donde nadie intenta aparentar.

Ah, la anécdota del viaje fue que estaba en el elevador del hotel cuando una chica guapa detuvo la puerta para entrar. Cuando me fijé bien en ella, me di cuenta que era Evangeline Lilly (Kate, de Lost). La verdad es que no supe qué hacer, y lo único que pude decirle antes de bajarme fue: “see you”.

Posteado por: volovan | noviembre 18, 2009

Bla, bla, bla de policías y ladrones

Una pareja conformada por una mexicana y un español caminan por Eje Central, casi esquina con Bellas Artes. Es sábado en la tarde, por lo que las calles están repletas de gente y vendedores ambulantes. De pronto, un joven con gorra pasa corriendo entre ellos. Detrás, un tipo comienza a gritar: “deténgalo; se robó mi celular”. El joven de la gorra se abre paso a empujones entre la gente, para después sortear los autos en el tráfico. Todo el mundo está nervioso.

El novio español: mira, ahí está la policía. Les voy a decir.

La novia mexicana: ¿dónde, corazón? ¿Dónde? Vamos.

El novio español: ahí, justo enfrente –al terminar de decir esto, comienza a agitar los brazos– ¡Policía, policía…!

La novia mexicana: espera. Esos no son policías, son mariachis.

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